Su nombre es… mejor le llamaremos Pedro, para preservar su intimidad.
La madre había muerto hace un par de años, al padre nunca lo conoció. Tenía once años pero por su baja estatura parecía tener cinco. El rostro estaba lleno de heridas purulentas, andaba cabizbajo arrastrando los pies. Le costaba hablar.

La madre vendió al niño por un par de cajas de cerveza a una perturbada que lo encerró donde criaba cerdos. Pedro vivió cinco años atado a una cuerda, comiendo la comida de los marranos.

Al llegar al Hogar Nazaret, poco a poco fue curando las heridas. Su cara cambió por completo. Aprendió a comer, costó tiempo enseñarle a andar. Todavía más enseñarle a abrazar. Hablaba el español con dificultad pues su lengua era el quechua. Conseguí escolarizarlo. Por primera vez celebró su cumpleaños, se bautizó, hizo la primera comunión…
Aunque llamaba la atención por su corta estatura, aparentemente era un niño normal.

Pero Pedro no lograba arrancar el dolor de su alma. Cada vez que entraba alguien en casa contaba su historia lleno de rabia: “Mi mamá era borracha, me vendió por 300 soles. Cuando murió y abrieron el cajón, no lloré porque la odiaba. Me vendió a una seño mala siendo bebito”.

Un domingo, por la mañana, estaba solo en la cocina y entró Pedro radiante:

—Padre no se imagina lo que me ha pasado. He soñado con mi mamá.
—Pedro, tienes que perdonar, hay que botar ese dolor.
—Padre mi mamá en el sueño estaba muy guapa. Y me ha dicho:
—“Hijo mío perdóname estaba enferma, yo no sabía que esa señora te iba a tratar así.”
—“Si mamá, te perdono”. “El padre me ha explicado que el alcohol es una enfermedad, estabas enferma.”
—“Hijo. ¿Qué vas a ser de mayor?”
—“Quiero ser sacerdote mamita.”
—“Pero, para eso hay que estudiar mucho”.
—“Estoy estudiando harto. Te quiero mamita.”

Desde ese día Pedro empezó a crecer por dentro y por fuera. Se esfuerza en sus estudios. Siempre está contento. La directora del colegio dice que es el niño más feliz que ha conocido. Sus compañeros le adoran.

El perdón nos reconcilia con nosotros mismos, nos libera. Se aprende a amar amando.