Cuando llegas al Hogar Nazaret, la Virgen del Pilar es lo primero que ves. La imagen tiene su historia.

Estaba destinado como capellán en el cuartel de la Guardia Civil de Inchaurrondo, San Sebastián, y preparaba el primer viaje a Colombia.

Propuse a los niños que vivían con sus familias en el acuartelamiento, regalar algo para los niños colombianos. Entregaron treinta y cinco equipaciones completas del Real Madrid y una del Barcelona. Algunas madres advirtieron que las prendas eran de la marca auténtica y costosa, pero se sentían orgullosas del gesto de sus hijos.

Los chiquillos se confabularon y decidieron que si ellos habían hecho ese esfuerzo, yo tenía que donar lo más preciado, la imagen de la Virgen del Pilar que recién ordenado sacerdote me habían regalado. Dudé, pero los niños tenían razón… Si ellos habían entregado lo mejor, yo debía hacer lo mismo.

En una emotiva Misa, la imagen la bendijo Mons. Francisco Pérez González, entonces arzobispo castrense. Estuvo un tiempo en la capilla del cuartel y partió para la casa de niños abandonados en Bogotá custodiada por los guardias civiles.

Los guardias y los españoles destinados en la embajada española en Colombia prepararon un buen recibimiento. Ofrendas de flores, cantos… Acudía con frecuencia a la casa de los niños a visitarla…

Pasados los años fue a parar a un trastero. Los guardias civiles ofendidos por el trato dado a su Patrona, la trajeron de regreso a España.

Buscamos iglesias donde donar la imagen, pero cuando decidíamos entregarla en una parroquia, no podían ponerla al culto, ya tenían la misma advocación.

Cuando Dios abrió los caminos para fundar el Hogar en la selva del Amazonas, sentía que en este recorrido de casi veinte años Ella me trajo aquí.

Fue la primera en entrar en la casa. Por fin regresaba a su Hogar Nazaret, que ya no estaba en Palestina sino en Puerto Maldonado. Ahí comprendí las idas y venidas. Cómo nuestra Madre se las ingenia para estar donde desea y cuidar de sus hijos más pequeños. Cuando un niño llega al Hogar, es el Niño Jesús el que abraza a su madre.

La Virgen María nos recuerda que hay que dar, no de lo que nos sobra, sino lo que más valoras. No se trata de cuánto damos sino de cuanto amor ponemos al dar.