Llevaba tan solo tres meses en Puerto Maldonado y consideraba la posibilidad de cerrar el Hogar Nazaret, al no poder soportar el sufrimiento de los niños.
En veinte años había recorrido países fundado casas de rescate en situaciones arriesgadas… Pero es muy diferente ayudar desde España consiguiendo recursos, o pasar temporadas conviviendo en situaciones límite… Ahora compartía su misma suerte, siendo uno de ellos. No estaba preparado ante tanto padecimiento.
Una noche llegó Tarek de la mano de una mujer policía. El psicólogo del juzgado revela que nunca había visto un paciente tan dañado, con tan solo cinco años, lo habían utilizado para prácticas sadomasoquistas de sexo y sangre.
Pasaría una noche con nosotros. Los médicos habían decidido enviarle al día siguiente a un hospital para niños en Lima, donde fuera tratado por psiquiatras.
Cuando se fueron los del juzgado, empezó a berrear. Pasaban las horas y no sabiendo que hacer, desperté a las dos de la madrugada a la vendedora de helados, le metí al niño un helado de chocolate en la boca y se calló.
Al día siguiente no vinieron a recogerlo. Pasaban los días, alargaba su estancia por la complicada burocracia.
Un día le llevé al jardín de infancia cantando y bailando, y desde entonces me obligaba a hacer lo mismo cada día. Vitaminas, medicinas para los parásitos y muchísimo afecto cambiaron su aspecto físico. Recibió el bautismo, celebramos el día de su cumpleaños… Se sentía querido.
A los cuatro meses vinieron para trasladarlo al hospital. Estaba irreconocible, parecía un niño normal. La agente que lo había traído, lloró. El psicólogo no daba crédito al cambio.
Preguntaron a Tarek si quería quedarse, o irse con ellos “a una casa más chévere”, su respuesta fue:
“¿Quién me va a llevar al jardín de infancia cantando? Tengo que cuidar del padre Ignacio, los niños son muy traviesos”.
Yo no había hecho nada, solo quererle, sabiendo que una noche, o dos, el tiempo que fuera, tenía el privilegio de cuidar del Niño Jesús.
Cómo cerrar el Hogar Nazaret, cuando Dios mostraba su voluntad con tanta fuerza. Los niños son sus predilectos, y El, realizaría incontables milagros.
Tarek, estuvo un año, hasta que el juez le dio la custodia provisional a su tía. Viene con frecuencia a visitarnos, le siguen gustando los helados de chocolate.